La clonación aún no ha llegado a hacer réplicas humanas por completo, pero cada vez se habla más al respecto. Abarca conceptos de identidad e individualidad, el significado de la reproducción, la diferencia entre procrear y manufacturar y las relaciones entre generaciones. También despierta preguntas sobre la manipulación de seres humanos para el beneficio de otros, nuestra obligación de curar a los enfermos (y sus límites) y el respeto y protección que le debemos a la vida humana.
La técnica de clonación consiste de obtener un óvulo femenino, remover el núcleo (que contiene el ADN) de dicho óvulo e insertar en él una célula adulta del donante a clonar. Este óvulo modificado es estimulado por químicos o corrientes eléctricas a comenzar la división celular hasta llegar a un estado de blastocito in Vitro. Una vez alcanzado este estado idóneo, se implanta en el útero de un anfitrión femenino para su desarrollo. La criatura clonada nacerá normalmente y tendrá un ADN virtualmente idéntico al de su donante, pero esto no implica que vaya a ser una réplica exacta de todos sus aspectos. Es difícil determinar posibles diferencias en animales, pero sabemos que los seres humanos no estamos completamente definidos por nuestros genes. Nuestra personalidad está formada por nuestro entorno y experiencias, por lo que un clon humano sería una réplica genética, pero sus rasgos personales dependerían de sus propias experiencias y aprendizaje. El clon no tendría los mismos deseos e intereses, los mismos tics, los mismos miedos ni los mismos gustos. Su único parecido estaría en sus genes y apariencia, el resto dependería de la enseñanza que reciba y los estímulos externos. En resumen, sería como un hijo natural que en vez de contar con los cromosomas mezclados de su padre y madre tendría el ADN exacto de su donante.
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